La maduración cerebral en el niño.

En la sesión ordinaria del 3 de mayo de 2017, la Dra. Colomba Norero expuso sobre la maduración cerebral en el niño frente al desarrollo del concepto de la muerte.

Conferencia que según la propia doctora tenía pendiente de hacer frente a los miembros de la Academia, “Me voy a permitir decir que esta revisión de la literatura es un pago de deuda. Deuda que tenía con el Dr. Roa, quien al ingresar yo a la Academia- hace ya 20 años- me propuso como conferencia de ingreso la muerte en el niño.  No me sentí capaz. Pero el asunto me siguió rondando y pensé que mi obligación como pediatra es poner este tema en una discusión abierta”.

Resumen:
El propósito de esta charla es presentar las evidencias actuales   del ser humano sobre la muerte desde un punto de vista biológico, cómo se llega a aceptarla para los otros y para sí mismo. El niño es el punto de partida.

Se comenta lo complejo de abordar un tema que ha sido tabú por siglos, a pesar de que la muerte en el niño ha motivado a las artes y la literatura desde siempre.

A partir del término de la I Guerra Mundial se produjo una verdadera revolución social y de valoración de costumbres que, junto a la revolución industrial, secularización, mayor información y culto por la ciencia condujo al desarrollo del psicoanálisis y las neurociencias.

Los hitos sobre el conocimiento de la muerte por el niño fueron planteados por Sylvia Anthony en Inglaterra en 1939,  mediante la recopilación por los padres de las observaciones espontáneas  en la vida diaria de  niños  de 3 a 11 años sobre el tema.
Concluyó  que bajo los 5 años, los niños no consideran a la muerte como un hecho irreversible. En general comprenden y sienten más la muerte de sus mascotas que la de los seres humanos. Para los niños todos los objetos y elementos de la naturaleza con movimiento están vivos. Por lo tanto la muerte está relacionada con la inmovilidad, con un sueño profundo.
Anthony sentó las bases que relacionan el conocimiento de la muerte con la edad y el IQ del niño.

Piaget elaboró en 1963 la Teoría del desarrollo cognitivo que plantea que la adquisición de habilidades se hace por etapas secuenciales relacionadas con la edad, en forma de peldaños, siendo etapas clave la de 2 a 7 años con paulatina desaparición del pensamiento mágico y el egocentrismo. Se adquiere un pensamiento lógico de los 7 a 11 años y solo desde los 12 empieza un pensamiento abstracto y multidimensional. Reforzó la relación Edad/IQ en el conocimiento de la muerte por el niño
A pesar que estas ideas fueron arraigadas fuertemente en la educación y en los sistemas de salud, Piaget fue muy criticado por falta de rigor científico.

Desde los años 80 se reconoció que la capacidad cognitiva de los niños es muy variable a una misma edad y se planteó que el conocimiento no se hace por peldaños sino  en ondas confluentes con una edad crítica que son los 7 años.
El énfasis en la segunda mitad del siglo XX  se ha puesto  en entender el aprendizaje como procesos biológicos cerebrales  resultantes de crecimiento de los lóbulos frontales (mielinización, crecimiento neuronal , neuronas espejo, neuronas  fusiformes) y mayor conectividad entre hemisferios .
Así el desarrollo del lenguaje, de la individualidad, la sociabilidad y la elaboración de juicios autónomos dependen de la maduración cerebral.
La comprensión del  concepto de muerte se considera madura cuando  se han adquirido cinco subcomponentes:  Irreversibilidad, aplicabilidad, inevitabilidad, cese funcional y causalidad.
Se analiza cada uno de ellos, pareciendo ser que el primero en ser captado es la irreversibilidad (ya presente en niños inteligentes de 4 años) entendiendo la muerte como inmovilidad. Y aquí se producen muchas confusiones en la mente infantil.
Como los niños hasta los 6 años tienen problemas en distinguir claramente las diferencias entre objetos y personas les cuesta incorporar la aplicabilidad (universalidad)
La inevitabilidad es un componente estrechamente ligado a la irreversibilidad y al cese funcional. Niños hasta de 11 años con buen IQ y sin niveles particulares de  ansiedad, desarrollan ideas contradictorias y aceptan la muerte de los otros pero no la propia.
El subcomponente causalidad es comprendido más fácil en relación a la muerte de ancianos y enfermos pero no es aceptado, comprendido o es modificado cuando se trata de la muerte por causas violentas.

En una interesante tesis realizada por Hopkins en West Anglia el año 2014, se intentó corroborar las premisas existentes: La comprensión de la muerte depende de la edad, del IQ, la experiencia directa o indirecta y el contexto sociocultural .
Se concluyó que hasta los 4 a 5 años los niños tienen una comprensión menos sofisticada de la muerte.
Que el IQ está relacionado positivamente con un concepto maduro de la muerte como evento biológico y que la irreversibilidad es el primer subcomponente en adquirirse.
No hay diferencias significativas según estado socioeconómico ni es significativa la experiencia previa con cercanos ni con religión.

Se comenta que el pensamiento dualístico que aparece casi en la adolescencia logra explicar que coexistan en el niño (y en el adulto) la comprensión biológica de la muerte como cese funcional y las ideas de un más allá que da la religión.
Se comenta la influencia de los comics, animés, programas “infantiles” e informaciones permanentes en vivo y directo de violencia, migraciones y catástrofes y como esto  puede estar cambiando el acercamiento del niño ante la muerte.

Se señalan algunos aspectos de la literatura infantil que se relacionan con la muerte, haciendo un recuerdo de los cuentos de los hermanos Grimm y de Charles Perrault.

Además, se revisa la coexistencia de factores biológicos con sobrenaturales en libros de ficción para preescolares   ingleses y coreanos que tratan sobre la muerte (2014), comprobándose que el 45% de los libros europeos y solo el 25% de los asiáticos incluyen explicaciones sobrenaturales de la muerte, confirmando que los sucomponentes causalidad y cese de funciones están eficientemente integrados con ellos en la cultura occidental. En los asiáticos predominan los elementos naturalísticos lo que les hace más fácil comprender la causalidad.

Por último, se leen párrafos del cuento “El ojo”, de Alice Munro, autobiográfico, que muestra magistralmente las impresiones de la autora a los 5 años de edad, ante la muerte de una adolescente amiga.