Conferencia del Dr. Eduardo Bastías

Anton Chejov, Franz Kafka y Jorge L. Borges.

Enfermedades que marcaron sus vidas y sus obras literarias.

El médico escritor Anton Chejov.

Un acceso de tos, seguido de una alarmante hemoptisis, dejó  al descubierto el estado clínico del escritor, cuando cenaba en el restaurante Hermitage, la noche del  22 de Marzo de 1897.   Internado en la clínica del doctor Alexei  Ostroumov,  egresó con el diagnóstico  de tuberculosis pulmonar apical avanzada  y la temida sentencia de abandonar  el ejercicio activo de la medicina. El 24 de marzo de 1882 Robert Koch había dado a conocer en la Sociedad Fisiológica de Berlín, su descubrimiento del agente  causal de la tuberculosis, anunciando que a partir de entonces se podría prevenir su contagio.  La temida Peste Blanca, sin embargo, no tenía cura y continuaba siendo un problema de salud pública. Existían centros termales y sanatorios, donde el aire puro  de las montañas,  el  reposo  y  la sobrealimentación  con  dieta rica en leche, cerveza de malta y huevos, constituían las únicas armas contra la enfermedad, que supuestamente afectaba a las personas débiles.  Chejov comenzó a emigrar de Moscú cada invierno, en busca de climas cálidos, como encontraba a en  Yalta, donde terminó adquiriendo una casa para radicarse. Recibió la visita de Vladimir  Danchenko y su grupo del Teatro del Arte de Moscú. En el grupo se encontraba  Olga Knipper, actriz seis años menor que el escritor. Entre ambos se  inició un idilio,  que culminó en matrimonio el 25 de Mayo de 1901. En su intento por mejorar la salud del escritor, Olga lo llevó a  un  sanatorio  al oeste de los Urales, para recibir un tratamiento con kumis,  especie de yogurt, en base a  leche de yegua fermentada.  Olga, escribió en su diario de vida: «Debilitándose físicamente, pero fortaleciéndose en espíritu, adoptó una actitud sencilla, discreta y hermosa hacia la disolución de su cuerpo, porque decía: Dios ha puesto un bacilo en mí». En Junio de 1904, se internó en un balneario termal  de Badenweiler, en la Selva Negra  alemana. El doctor Schwörer, amigo de Chejov, le  prescribió inyecciones de alcanfor y en la dieta indicó  cacao, harina de avena con mantequilla fundida y té de fresa. El té de fresa le ayudaría  a conciliar el sueño.  El 2 de Julio de 1904, Olga pidió que se llamase al doctor Schwörer.  Se trataba de una emergencia.  “Antón,  se incorporó con insólita seguridad, se sentó y dijo con voz fuerte y clara: “Ich  sterbe” (“Me muero”).    El médico lo calmó, cogió una jeringuilla y le puso una inyección de alcanfor.” Sus restos fueron trasladados en un carro ferroviario frigorífico hasta la Estación Nikolaievsky  de Moscú. Chejov sobrellevó su enfermedad sin que pareciese haber afectado  a su producción literaria.

Los padecimientos deFranz Kafka.

En el año 2005, en la Revista Médica de Praga,  se describe los últimos días de Franz Kafka. Se señala que en marzo de 1924, Robert Klopstock, médico y gran amigo del escritor, a raíz de una  afonía,  lo llevó a la Clínica de Otorrinolaringología del Profesor Hajeken en el Hospital General de Viena, donde egresó con los diagnósticos de tuberculosis progresiva pulmonar  y  laríngea. Se le derivó al Sanatorio Kierling,   al norte de Viena, a cargo de su amigo, el Doctor Klopstock. Perdió la vida  el 3 de junio de 1924.    La tuberculosis, que lo llevó a la muerte, no fue el único padecimiento de Franz Kafka. En sus numerosas cartas hace frecuentes menciones al insomnio y a fuertes dolores de cabeza.  Sufría cefaleas  en horas tempranas de la mañana, que duraban un par de horas y cesaban espontáneamente. En  la Revista Cephalalgia, de Abril del año 2004, se afirma  que sus diarios  y cartas se pueden seguir como una historia clínica. A juicio de los neurólogos, la edad de su aparición, a los 30 años, la intensidad severa, su comportamiento auto limitado,  el carácter y su localización,  calzan con el diagnóstico de cefalea en racimos o cefalea de Cluster. Un enigma mayor se presenta en relación a sus características psicológicas.  En sus diarios y cartas  se suceden términos como  “soledad,”   «esclavo de mí mismo,” “es la vida que me molesta”,  «agobiante observación de uno mismo,»  junto a muchas otras expresiones  que aluden  a una personalidad  sufriente y deprimida.  En sus obras, el protagonista suele enfrentarse  a un mundo complejo, de situaciones desconcertantes,  paradójicas o inescrutables, hasta el punto de que suele señalarse  como kafkiano,  algo incomprensible o difícil de comprender. En su novela La Metamofosis, no es difícil identificar al protagonista, Gregorio Samsa, con el propio Kafka.  Su biografía, desde el mutuo rechazo con su padre,  hasta su propia percepción descrita en sus cartas  como “ hombre afligido, triste, callado, descontento y enfermizo“,  pareciese expresarse,  en forma simbólica, en un relato fantástico,  agobiante, como La Metamorfosis. Los historiadores y críticos han visto en la personalidad de Kafka el reflejo de una relación paterna difícil y tormentosa, ante un padre personalista y autoritario; sentimientos que Franz expresó en una carta de 105 páginas,que nunca llegó a entregarle. En la Revista Chilena de Reumatología,  los doctores  Rosa Walker y Jaime Bravo,a partir del  análisis de su rostro,  plantean la hipótesis de que  Franz Kafka  pudiese haber padecido de Hiperlaxitud.  “Su cara,  delgada y triangular, con orejas aguzadas y prominentes, refleja las características  pro­pias de la facies del Síndrome de Ehlers-Danlos, tipo III; asociado a hiperlaxitud.” En esta afección, son frecuentes la fatiga crónica, la falta de sueño y el estrés. La persona suele tener   variabilidad del ánimo y mala calidad de vida.    El enfermo es tildado de “poco sociable,” proclive a sentimientos de rabia, resentimiento, ansiedad y depresión; caracteres presentes en cartas, escritos y datos biográficos del escritor. La tuberculosis que motivó su muerte, aparece como una enfermedad intercurrente, que en alguna medida Kafka asumió como una condición natural  y libertadora,  que pondría término a su vida.   Sus mayores padecimientos  fueron de tipo psicológico, afectándolo en el diario vivir, con   insomnio,  cefaleas recurrentes  e  inseguridad emocional. Estas condiciones están reflejadas en su obra, con tales virtudes literarias y filosóficas,  que constituyen un  selecto y valioso patrimonio cultural de la humanidad.

La ceguera de Jorge Luis Borges

Alicia Jurado, académica en literatura  y autora de la primera biografía de Borges, recuerda el día en que acompañó al escritor, para asumir el cargo de Director de la Biblioteca Nacional, en Buenos Aires, el año 1955. La designación,  junto con  cumplir un  escondido anhelo,  lo llevó a tomar conciencia  de su ceguera progresiva,   que le impedía leer los textos. La enfermedad se había anticipado en su abuela paterna, Fanny Haslam, nacida en Gran Bretaña, y en su padre   Jorge Guillermo, que sufrieron la pérdida de la visión en edad media de la vida. Poco se ha dado a conocer sobre la enfermedad que llevó a Borges a la ceguera.  En las biografías no se aporta antecedentes clínicos.  En los Archivos de la Sociedad Española de Oftalmología,  Junio del año 2010, se hace una revisión y análisis de la ceguera de Borges, y se le atribuye  a  una  Retinosis  Pigmentaria, enfermedad de origen hereditario y carácter degenerativo, que suele manifestarse en la mitad de la vida y se caracteriza por una pérdida progresiva de la visión. En Diciembre de 1938, Borges sufrió un accidente, que se complicó hasta una  extrema gravedad. Subiendo a prisa una escalera sufrió un golpe con la hoja abierta de una ventana, que se complicó severamente.  Es posible  que este accidente haya sido  consecuencia de una naciente  pérdida parcial de la visión periférica.  De ser así,  Borges contaba entonces con 39 años de edad.No obstante, para Borges su ceguera se inició en una fecha precisa,  el día en que asumió la dirección de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, cuando tomó conciencia de sus limitaciones para la lectura de los textos. “¿Por qué no fijar la fecha, tan digna de recordación, de 1955?  “Digamos, aquel día en que supe que ya había perdido mi vista, mi vista de lector y de escritor.   Toda su etapa anterior habría sido antesala de lo que denominaba  su“modesta ceguera personal. Modesta, en primer término, porque es ceguera total de un ojo, parcial del otro. Todavía puedo descifrar algunos colores, todavía puedo descifrar el verde, el azul y el amarillo.” Recibió ayuda de sus colaboradores  más  cercanos  para que le leyesen y para que escribiesen sus dictados. De su madre, Leonor, como lectora y secretaria   y  más tarde,  de María Kodama, su Secretaria personal y segunda esposa. De este modo suplió su limitación hasta el punto de asumir su ceguera como un proceso natural y tranquilo .En su poema Elogio de la sombra, sus versos dicen: “ Esta  penumbra es lenta y no duele;   fluye por un manso declive   y se parece a la eternidad.” Comienza a ver a través de los recuerdos. Revive las imágenes que perduran en su mente, en su memoria.  Buenos Aires vuelve a ser el barrio de antaño. También las personas conservan  las apariencias grabadas  en su memoria. No necesita verlas para reconocerlas. El recuerdo las mantiene jóvenes e inmutables. En una  oportunidad expresó que la ceguera no lo había acobardado, que por el contrario le condujo hacia otros dones, a nuevos descubrimientos y a la poesía.“La poesía es ante todo música,  la poesía es ante todo la lira …  lo visual puede existir o no existir en un poeta.” En esta breve reseña,  al margen de la historia de un escritor insigne, de un intelectual  privilegiado, admirado universalmente por sus aportes a las letras, asistimos a un ejemplo de vida, de fortaleza y superación. En sus propias palabras: Un escritor, o todo hombre, debe pensar que cuanto le ocurre es un instrumento; todas las cosas le han sido dadas para un fin y esto tiene que ser más fuerte en el caso de un artista. Todo lo que le pasa, incluso las humillaciones, los bochornos, las desventuras, todo eso le ha sido dado como arcilla, como material para su arte. La ceguera no es una total desventura. Debe ser un instrumento más, entre los muchos, tan extraños, que el destino o el azar nos deparan.”